Trenes


 Asier sabía muchos trucos para viajar gratis en tren. Uno de ellos era colocarse en uno de los vagones del principio y si veía al revisor, ir cambiándose de vagón hasta perderlo de vista, muchas veces hasta se cruzaban por el pasillo.
Claro está que sólo podía usarlo en distancias cortas, para ir de un pueblo a otro, o a trabajar o a ver a sus amigos. Nunca había realizado un viaje de más de una hora en tren hasta aquel día.
Se sentó al lado de una señora mayor que iba medio dormitando cuando el revisor abrió la puerta de cristal y se dirigía a ellos para pedirles el billete. Ya estaba a punto de levantarse cuando la señora lo tomó del brazo, le sonrió y le susurró que ella le pagaría el billete donde quisiera.
Pagó para ella y para él dos precios a un destino bastante más alejado de lo que Asier conocía hasta entonces.
      - ¿Se puede ir en tren hasta allí?- le dijo a la señora, pero ya no le contestó porque se durmió.
Esa mañana se convirtió en noche, el tren paraba de vez en cuando pero su destino aún no había llegado. Faltaban horas todavía y Asier tenía miedo y hambre a partes iguales.
Se levantó, dejando a la señora en la misma posición que hacía horas, y fue a asomarse a la ventana a ver dónde estaban. Seguían en el mismo país porque leía los letreros, pero la imagen era diferente. El paisaje era desértico, no había tendido eléctrico ni casa alguna, sólo algún cartel publicitario.
Nervioso, se puso en la puerta de salida esperando que el tren aminorase la marcha y salir, no importaba dónde. El buen gesto de la desconocida empezaba a oler raro.
Pasó el revisor por su lado, y, agradecido, le preguntó dónde estaban.
    - La señora ha pagado por usted el billete más caro, así que no podrá bajar en un tiempo. Lo siento.
    -Puedo romper el billete, además, ¡usted no es quién para mandarme!- contestó indignado.
    - Aunque pulse el botón de emergencia o intente romper una ventana, no podrá salir hasta que no llegue a su destino. La tecnología avanza, chico.
Era cierto. El tren paró y varias personas se bajaron, él lo intentó pero una barrera lo echaba hacia atrás. La señora por fin se despertó. 

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